martes, 18 de junio de 2013

El Jardín y las Hamacas

En mi antigua casa, tenía un jardín impresionante lleno de árboles que plantamos entre mi abuelo y yo (mas él que yo, porque tenía mejor mano). La mayoría eran frutales y pusimos algún que otro de adorno, pero todos muy bonitos. Estuvieron allí durante años y años, hasta que mi abuelo murió y quitamos tres o cuatro para poner unas hamacas de esas que salen en las películas colgadas entre dos árboles. Al final pusimos dos de esas y otras dos de las de suelo con reposacabezas. Las usaba mucho, sobre todo en verano, porque me encantaba leer allí sentado o en las de árbol, sobre todo balanceándome en estas últimas. A veces hasta me dormía en ellas y cuando me levantaba era la mejor sensación del mundo, porque parecía que estaba en una isla desierta.

Un día estaba yo en dicha zona, cuando mi madre me aviso que llamaban a la puerta, que fuera a abrir. Yo lo hice y vi que era una chica del pueblo, rubia, con unas piernas impresionan-tes, una melena rubia primorosa, unas tetas ni muy grandes ni muy pequeñas (a mi modo de ver, perfectas). Ya la había visto alguna vez por la plaza y siempre pensaba que me encantaría enseñarla mi jardín y la zona de las hamacas… Pues bien, allí tenía la oportunidad. La pregunte que qué quería y ella me dijo que necesitaba hablar con mi madre de un asunto que la había pedido la suya. Yo la deje entrar y llame a mi madre. Cuando llego esta, se metieron en la cocina y yo me fui a seguir descansando en mi hamaca, viendo mi jardín, que aquel día estaba precioso...
     Al cabo de un rato oigo pasos que viene hacia mí. Pensé que sería mi madre y no hice caso. De repente veo que una sombra planea sobre mí por detrás. Me vuelvo y veo que no es mi madre, sino mi vecina. Me levanto, la saludo y me dice que venía a eso, a saludarme, que hacía mucho que no me veía… la invité a sentarse y estuvimos hablando mucho rato de todo un poco, del tiempo, de política, del barrio, de deportes… Sin avisar, se acercó a mí y me dijo que siempre la había gustado. La dije que ella a mí también y entonces me dio un beso. Yo la abracé y la devolví el beso. Nos tumbamos en la hamaca besándonos y abrazándonos...

Ella empezó a quitarme la camisa y a besarme en todo el pecho, bajando poco a poco. Ella de repente se quitó su camiseta y me dejo ver sus preciosas tetas, que empecé a besar y lamer con mi lengua, primero todas ellas y luego solo los pezones, hasta que note que se pusieron erectos y muy duros. Ella seguía besándome el abdomen y fui bajando hasta que llego a mi pantalón, que me quito y cogió lo que había dentro. Se lo metió en la boca y empezó a lamerlo, primero solo la punta y después en toda su extensión varias veces, primero poco a poco y después rápido… ¡¡Qué bien lo hacia la jodia!!

Entonces se la tragó hasta el fondo una y otra vez, una y otra vez… Al cabo de un rato, la hice levantarse y apoyarse en uno de los árboles que sujetaban las hamacas y la penetre por detrás. Ella pareció excitarse todavía más y yo poco a poco fui subiendo la intensidad de las acometi-das, hasta que pare de repente, la golpee el coñito con la punta de mi polla y empecé otra vez a darla poco a poco, poco a poco, poco a poco… Ella iba subiendo la intensidad de sus gemidos...

   -Hace tiempo que debería haberte follado así, porque me ponías a mil, guapísima - dije.

   -Ya te digo, vecino, ya te digo, mmmmmm. Sigue dándome fuerte, fuerte, mmmmmmmmm –respondió.

Al rato, poco a poco paré y me dijo que me sentara en la hierba. Así lo hice y ella se me sentó encima, de frente hacia mí. Empezó a subir y bajar, a subir y bajar despacio primero y más rápido después. Me encantaba ver sus tetas botando delante de mi cara. De vez en cuando, la lamia los pezones y se notaba que se ponían duros, duros. De repente, decidí levantarme y agarrarla muy bien, para follarla en el aire, apoyada en la corteza del árbol. Subía y bajaba, subía y bajaba… y gemía que la encantaba que la corteza del árbol la raspara la espalda, que la ponía muy cachonda, que siguiera… y yo seguía, primero poco a poco, acari-ciando su espalda y después más deprisa, besándola muchas veces, unas veces en los labios, otras en el cuello, otras en los pezones, otras en las tetas… La chica se estremecía de placer, por los gemidos que soltaba de vez en cuando…

La deje que pusiera los pies en el suelo y ella se agachó hasta tener mi polla entre sus tetas. Me dijo que las follara y así lo hice, acariciándola los laterales de las tetas de vez en cuando. Al final me corrí en esa posición, dejándola toda blanca esa zona, a la ve que ella también se corría, como note porque se estremeció. Ella aprovechó que estaba cerca de su boca para lamerme el semen que me quedaba en el pene y tragárselo todo entero, además de lamerse los dedos como si se hubiera dado un festín...

Vi una hoja caída y con ella la hice un pase por todo su cuerpo, muy despacio, repitiendo algunos lugares varias veces, cuando veía que se estremecía de placer… Esos lugares eran la parte de atrás de la oreja y del cuello, sus peones, su abdomen, su coñito… La chica creo que se volvió a correr del gusto que la produjo la hoja. Al cabo de un rato, nos vestimos y ella me pidió la hoja, que se la iba a quedar como recuerdo de esa tarde… La ofrecí un refresco al llegar a la cocina y yo tomé otro. Al cabo de un rato, me dijo que ya volvería por aquí (imagine que a repetir, jejejejeje) y se fue. Yo volví a mi hamaca y me quede dormido un rato, pensando en lo que había sucedido hacía poco allí mismo…

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