En mi antigua casa, tenía un jardín
impresionante lleno de árboles que plantamos entre mi abuelo y yo (mas él que
yo, porque tenía mejor mano). La mayoría eran frutales y pusimos algún que otro
de adorno, pero todos muy bonitos. Estuvieron allí durante años y años, hasta
que mi abuelo murió y quitamos tres o cuatro para poner unas hamacas de esas
que salen en las películas colgadas entre dos árboles. Al final pusimos dos de
esas y otras dos de las de suelo con reposacabezas. Las usaba mucho, sobre todo
en verano, porque me encantaba leer allí sentado o en las de árbol, sobre todo
balanceándome en estas últimas. A veces hasta me dormía en ellas y cuando me
levantaba era la mejor sensación del mundo, porque parecía que estaba en una
isla desierta.
Un día estaba yo en dicha zona, cuando mi
madre me aviso que llamaban a la puerta, que fuera a abrir. Yo lo hice y vi que
era una chica del pueblo, rubia, con unas piernas impresionan-tes, una melena
rubia primorosa, unas tetas ni muy grandes ni muy pequeñas (a mi modo de ver,
perfectas). Ya la había visto alguna vez por la plaza y siempre pensaba que me
encantaría enseñarla mi jardín y la zona de las hamacas… Pues bien, allí tenía
la oportunidad. La pregunte que qué quería y ella me dijo que necesitaba hablar
con mi madre de un asunto que la había pedido la suya. Yo la deje entrar y
llame a mi madre. Cuando llego esta, se metieron en la cocina y yo me fui a
seguir descansando en mi hamaca, viendo mi jardín, que aquel día estaba precioso...
Al cabo de un rato oigo pasos que viene
hacia mí. Pensé que sería mi madre y no hice caso. De repente veo que una
sombra planea sobre mí por detrás. Me vuelvo y veo que no es mi madre, sino mi
vecina. Me levanto, la saludo y me dice que venía a eso, a saludarme, que hacía
mucho que no me veía… la invité a sentarse y estuvimos hablando mucho rato de
todo un poco, del tiempo, de política, del barrio, de deportes… Sin avisar, se acercó
a mí y me dijo que siempre la había gustado. La dije que ella a mí también y
entonces me dio un beso. Yo la abracé y la devolví el beso. Nos tumbamos en la
hamaca besándonos y abrazándonos...
Ella empezó a quitarme la camisa y a
besarme en todo el pecho, bajando poco a poco. Ella de repente se quitó su
camiseta y me dejo ver sus preciosas tetas, que empecé a besar y lamer con mi
lengua, primero todas ellas y luego solo los pezones, hasta que note que se
pusieron erectos y muy duros. Ella seguía besándome el abdomen y fui bajando
hasta que llego a mi pantalón, que me quito y cogió lo que había dentro. Se lo metió
en la boca y empezó a lamerlo, primero solo la punta y después en toda su
extensión varias veces, primero poco a poco y después rápido… ¡¡Qué bien lo
hacia la jodia!!
Entonces se la tragó hasta el fondo una y
otra vez, una y otra vez… Al cabo de un rato, la hice levantarse y apoyarse en
uno de los árboles que sujetaban las hamacas y la penetre por detrás. Ella
pareció excitarse todavía más y yo poco a poco fui subiendo la intensidad de
las acometi-das, hasta que pare de repente, la golpee el coñito con la punta de
mi polla y empecé otra vez a darla poco a poco, poco a poco, poco a poco… Ella
iba subiendo la intensidad de sus gemidos...
-Hace tiempo que debería haberte follado
así, porque me ponías a mil, guapísima - dije.
-Ya te digo, vecino, ya te digo, mmmmmm. Sigue dándome fuerte, fuerte, mmmmmmmmm –respondió.
Al rato, poco a poco paré y me dijo que me
sentara en la hierba. Así lo hice y ella se me sentó encima, de frente hacia mí.
Empezó a subir y bajar, a subir y bajar despacio primero y más rápido después.
Me encantaba ver sus tetas botando delante de mi cara. De vez en cuando, la
lamia los pezones y se notaba que se ponían duros, duros. De repente, decidí
levantarme y agarrarla muy bien, para follarla en el aire, apoyada en la
corteza del árbol. Subía y bajaba, subía y bajaba… y gemía que la encantaba que
la corteza del árbol la raspara la espalda, que la ponía muy cachonda, que
siguiera… y yo seguía, primero poco a poco, acari-ciando su espalda y después más
deprisa, besándola muchas veces, unas veces en los labios, otras en el cuello,
otras en los pezones, otras en las tetas… La chica se estremecía de placer, por
los gemidos que soltaba de vez en cuando…
La deje que pusiera los pies en el suelo y
ella se agachó hasta tener mi polla entre sus tetas. Me dijo que las follara y así
lo hice, acariciándola los laterales de las tetas de vez en cuando. Al final me
corrí en esa posición, dejándola toda blanca esa zona, a la ve que ella también
se corría, como note porque se estremeció. Ella aprovechó que estaba cerca de
su boca para lamerme el semen que me quedaba en el pene y tragárselo todo
entero, además de lamerse los dedos como si se hubiera dado un festín...
Vi una hoja caída y con ella la hice un
pase por todo su cuerpo, muy despacio, repitiendo algunos lugares varias veces,
cuando veía que se estremecía de placer… Esos lugares eran la parte de atrás de
la oreja y del cuello, sus peones, su abdomen, su coñito… La chica creo que se
volvió a correr del gusto que la produjo la hoja. Al cabo de un rato, nos
vestimos y ella me pidió la hoja, que se la iba a quedar como recuerdo de esa
tarde… La ofrecí un refresco al llegar a la cocina y yo tomé otro. Al cabo de
un rato, me dijo que ya volvería por aquí (imagine que a repetir, jejejejeje) y
se fue. Yo volví a mi hamaca y me quede dormido un rato, pensando en lo que
había sucedido hacía poco allí mismo…
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