Estaba
en casa aburrido un viernes por la noche, viendo una película en la Sexta 3. La verdad, no sabría
decir cual, porque la puse para no tener la habitación en silencio.
Pasado
un rato oyendo más que viendo la película, llamaron al teléfono. Era un amigo
mío que me invitaba a una discoteca, a menear un poco el esqueleto.
-Ya sabes que no soy muy de eso –conteste.
-Venga, hombre, si se que estas aburrido ahí
metido –dijo mi amigo a mi negativa.
-La leche, como me conoces. Vale, venga,
ahora bajo –conteste, mientras miraba por lo ventana. Estaba esperándome en la
calle, mirando hacia mi ventana.
Me vestí rápidamente, porque estaba en
pijama y bata, ya que no tenía pensado salir ese día, así que mi amigo solo
espero poco tiempo. No subimos a su coche y partimos hacia una discoteca que él
conocía, porque yo la verdad, andaba algo verde en ese aspecto.
-Ya verás cómo te gusta el sitio… -dijo al
cabo de unos minutos de silencio.
-Ya veremos, ya veremos… Ya sabes que no soy
amigo de estas cosas –le conteste.
-Veras como si –recontesto mi amigo, con una
sonrisita picarona en los labios.
La verdad es que lo dudaba, pues solo
accedí porque era mi mejor amigo y estaba aburrido en casa. Pero bueno, iba con
la mente abierta…
Mi amigo puso música y no hablamos mucho,
más bien cantamos todo lo que quedaba de viaje. Al llegar al aparcamiento de la
discoteca y bajarnos del coche, la verdad es el local me agrado. No tenía las
típicas luces estrambóticas y parecía una casa antigua solariega. Entramos y el
interior estaba en penumbra, porque las luces estaban muy bajas. Pero la música
era agradable y el ambiente pareció muy íntimo y tranquilo, como a mí me
gustaba.
Buscamos una mesa y vimos una al final del
establecimiento. Nos sentamos en ella y estuvimos observando la situación un
rato. Enfrente de nosotros vimos una chica muy mona, de pelo negro muy largo y
vestida con una camisa blanca escotada de tirantes y una faldita corta de
cuadros blancos y rojos. Llevaba también unos zapatos blancos y un sujetador
negro que se veía por los lados de la camisa. No sé por qué, no podía dejar de
mirarla. ¿Sería por lo buena que creía que estaba?
Salimos a bailar, pero yo seguía mirando a
la chica del fondo. Estuvimos moviendo el esqueleto un rato y tuve que ir al
baño. Mire a ver si veía a mi chica preferida de la discoteca, pero parecía que
se había ido, porque no estaba donde siempre. Así que me fui al baño algo
decepcionado, la verdad.
Entre en el baño y mire a mí alrededor. Era
un baño amplio, con cuatro cabinas a la derecha de la puerta, los lavabos a mi
izquierda en blanco y los urinarios al fondo, en línea sobre la pared. Yo use
una de las cabinas, en concreto la segunda empezando por el fono. En un momento
dado, me pareció oír un ruido, pero como no oí más, pues lo deje pasar.
Salí y me acerque al lavabo a lavarme las
manos. Me pareció volver a oír el mismo ruido de antes, pero esta vez más
cerca. Al parecerme así, me di la vuelta y me di el susto más grande que me
había llevado hasta entonces. La chica morena que me gustaba está detrás de mí
con cara de deseo libidinoso.
-He visto que me mirabas mucho…- dijo.
-Pu… pu… pues s… s… s… si –respondí yo,
tartamudeando.
-Bueno, pues ahora vamos a ver si además de
mirar, sabes actuar –dijo ella, acercándose a mí.
Yo, sin querer, retrocedí a la cabina más
cercana, cuya puerta doy un golpe contra la pared de la contigua. Ella entro
detrás de mí, me termino de empujar sobre la taza y se agacho para cogerme la
entrepierna, que no puede evitar que estuviera a pleno rendimiento.
-Mmmmm, como esta esto. Me encanta – Y
agarro la cremallera de los pantalones para bajarla, a la vez que también me
quitaba los calzoncillos. Me cogio la polla, la enderezo y empezó a chuparla
con la lengua en la punta, para después seguir subiendo y bajando por toda su
longitud con sus primorosos labios.
-Mmmm, que bien los haces, sigue, sigue
–chillaba yo.
Ella siguió subiendo y bajando por toda mi
polla durante unos minutos más, hasta que paro y agitándola un poco me hizo un
gesto para que me levantara.
-Ahora te toca a ti –dijo, sentándose de
donde yo me levantaba.
No me hice de rogar y la tumbe un poco más
encima de la taza, para poder actuar con más libertad. La solté los dos botones
que tenía en la falda y se la quite, para después apartar un poco el tanqueta y
empezar a usar mi lengua en su sexo, dándola vueltas alrededor de la parte
superior. Ella empezó a gemir muy bajito, para ir subiendo el volumen mientras
yo usaba dos dedos para penetrarla muy suavemente. A la vez la subí un poco la
camisa y la empecé a masajear los pezones de sus preciosas tetas.
Deje de
masturbarla su sexo y empecé a subir por su cuerpo, pasando por su ombligo y su
tórax hasta llegar a sus tetas, que deje de masajear con la mano para pasar a
hacerlo con la lengua. Ella seguía gimiendo de placer y dijo:
-Mmmmm, que bien lo haces, sigue así, sigue.
Continué un poco más chupándola las tetas,
hasta que note que estaba preparada para el siguiente paso, así que la penetre
y empecé a moverme hacia dentro y hacia afuera, notando como se iba calentando
todavía más, a la vez que chillaba con más fuerza y se movía para acompasarse a
mis movimientos dentro fuera.
Al cabo de un rato, note que llegaba el
momento y pare de penetrarla. Ella se corrió como un ola del mar un par de
veces. Después se puso de rodillas y empezó a chuparme otra vez la polla, hasta
que me corrí encima de sus tetas. Lamió toda la leche que salió y se metió
varias veces el dedo en la boca para saborearlo.
Pasados unos minutos, y después de vestirnos
y mirar que no había nadie en el baño, salimos del mismo y nos despedimos, no
sin antes cambiarnos los teléfonos por si algún día queríamos repetirlo.
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